
Cuando me miro adentro,
cuando me siento el 
 alma,
renacen cielos y cerros azules
y aquella vertiente inagotable
que para mí tiene 
 nombre
de diosa indígena: YACURMANA;
que entrega generosa su milagro
de aguas altas
 
a la sed de los viñedos y los nogales
y que se transforma en un borbotón de espuma 
 alegre
cuando crece su corazón de lluvia
para fecundar la tierra,
que levanta sus 
 brazos de verdes alamedas
buscando el cielo para rozar las nubes.
Entonces renace mi 
 pueblo... y tu pueblo...
ese lugar del que nunca partimos enteramente
porque es 
 imposible alejar el alma
de esa mágica región, donde aprendimos
a querer la vida,
 donde vivió nuestra infancia.
Los secretos callejones, el viejo
 río con su lecho de 
 piedras
bramador en las tormentas;
el rostro de la gente
con esos ojos de indagar el 
 silencio
y su mano abierta...
Y mi gente, y todos esos modestísimos
pero grandes 
 recuerdos que se llevan siempre
con una luminosa majestad inapagable.
Un viejo caminito, senda gris,
recorre mi nostalgia, habita en mí,
por él se va 
 viajera mi canción
buscando el pueblo azul donde nací.
Si una brisa perdida trae en mí
aromas de poleo y de cedrón,
se vuelve un campanario 
 el corazón,
se puebla de palomas, de ilusión.
Es mi pueblo un cerro azul,
es rumor de acequia en el parral,
es la gente, el sol, la 
 luz,
es la sombra vieja del nogal.
Sé que tu pueblo será
como mi pueblo talvés...
sé que también sentirás
esa vieja 
 añoranza que te hará volver.
 
 

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